domingo, 15 de noviembre de 2015

El camino

Ves la puerta a lo lejos. Un gran rosal se levanta ante aquella construcción. Aún así, la madera se deja ver entre las espinas. Avanzas. Parece que tus pies se pegan al suelo, el esfuerzo deberá ser mayor.

Tropiezas y caes sobre tus rodillas; las manos tocan la superficie de  piedra y se llenan de una sustancia un tanto desagradable. Te deshaces de eso. Sigues caminando, el rayo de luz que entra por el ojo de buey te ciega, hace que te lleves las manos a la altura de los ojos para intentar evitarlo.

Agarras una de las rosa con todas tus fuerzas, con el puño cerrado, una gota de sangre cae desde el interior. Una espina. Te desprendes de los pétalos.

Extiendes la mano hacia la inexistente manilla. Un gesto casi automático hace que busques una llave por tus bolsillos. Cierras los ojos, respiras, ¿cuál es la solución?. Vuelves a abrirlos, das un pequeño empujón a la puerta, queda entreabierta. ¿Eso es todo?