martes, 17 de diciembre de 2013

La felicidad depende de uno mismo.

Creo que he encontrado algo, he encontrado a alguien, o quizás haya llegado, sin buscarlo, sólo sé que ha sido extraño empezar a querer a alguien tanto. Intento que eso no suceda porque llega el punto en el que se hace parte de tu vida, pudiendo ser algo bonito, pero a veces la otra persona no está dispuesta a eso.

Sabía de ti hace un año, pero no te conocía. Un día comencé a hacerlo, a pasármelo bien, destacando el no mirar adelante ni el pasado, a no planificar ni lamentar nada ya ocurrido, es una de las cosas que he aprendido e intentado mejorar en todo este tiempo. Algo que muchas personas deberían hacer, deberían aprender a disfrutar de cada momento, porque llegarán a sobrar las palabras y todo se describirá con un largo abrazo o una pequeña caricia. Eso me pasa contigo, las palabras son necesarias en esto pero no sirven de nada si no sabes demostrarlas, tú sabes hacerlo a la perfección. Y esos malos momentos, algunos recientes, en los que has sabido animarme, aguantarme y hacerme ver de nuevo que nada importa en realidad, sólo lo que tú quieres ver, eso será lo que realmente te haga feliz, o en el caso contrario, te entristezca, sólo depende en lo que fijes tú atención. Yo he elegido centrarme en ti, dándome cuenta de que me importas mucho, de que te quiero.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Una historia sin final

Aún me quedaban muchos besos por ofrecerte, muchas caricias por regalarte y demasiadas sonrisas para sorprenderte. Esos detalles que nunca pude llegar a darte son los que ahora, como muchas madrugadas, salen a la luz sobre este papel. Mañana me despertaré y pensaré de nuevo que todo a vuelto a la normalidad, pero desgraciadamente tengo la mala costumbre para mí de recordar y añorar los buenos momentos que he vivido con las personas que al final han acabado haciéndome daño. Nos empeñamos en buscar una solución a algo que realmente no es un problema, sino que es nuestra imaginación haciéndonos creer que no habrá nada mejor que ese pasado ya vivido. Lo que deberíamos hacer es olvidar los rencores y las penas, para seguir, sin mirar atrás. Porque lo que está claro es que nada se puede repetir con exactitud, aunque sí el compartir momentos con la misma persona, aún siendo difícil, aunque se pierda el contacto. Así es que lo que realmente te importa no se puede repetir porque nunca acaba. Yo lo llamo, nuestra historia sin final.

sábado, 15 de junio de 2013

Desconocidos.

Esa misma mañana me había levantado más nerviosa de lo habitual, no sabía si lo que estaba haciendo era lo correcto, pero la gran sonrisa que lucía en mi cara no desaparecía por nada. Llegué al punto donde habíamos quedado, desgraciadamente para mi había llegado demasiado pronto, aún quedaban un puñado de minutos por delante antes de verle. No dejaba de tocarme el pelo y caminar de un lado para otro moviendo las manos sin ninguna coordinación. Me apoyé sobre la pared de piedra que tenía a mi derecha, entonces oí cómo unos pasos se acercaban. Me estiré el vestido y volví a retocarme el pelo, respiré hondo y dije: ‘Hola’, él me ofreció una sonrisa sin apenas enseñar los dientes. Empezamos a caminar sin un destino fijo, ambos estábamos nerviosos, no sabíamos qué hacíamos allí después de todo, pero realmente tampoco tenía sentido parar ahora. Nos pasamos la mayor parte del trayecto hablando de los pocos puntos que creíamos tener en común, algo de música creo recordar… Me relajé bastante tras los primeros quince minutos, ya empezaba a salir algo de mi personalidad, mi risa sin sentido. Era raro, no habíamos hablado mucho antes de ese día, se podría decir que nada, casi nada. Pero ¿qué más daba lo que hubiese pasado? Sí, te llegué a odiar, lo pasé mal, pero algo cambió y mis ideas también.

Nos paramos en un parque, al lado de la fuente, esa que tantos años llevaba sin agua. Todo estaba tranquilo, encendieron las farolas que había a nuestro lado, ya empezaba a anochecer. ‘¿Y ahora qué?’, pensé. Me puse en frente tuya, tus ojos se abrieron como platos y los míos se cerraron suavemente a la vez que mis brazos te rodearon el cuello, me acerqué más y te besé tímidamente. Pensé que me apartarías, que me mirarías con cara extraña y te irías pensado mal de mí, pero para mi sorpresa tu reacción fue diferente. Te separaste unos centímetros de mi cara, me sonreíste y respondiste con un gran beso. Dejé de acariciar por un momento tu pelo para llevarme una mano a la cara, la apoyé sobre mi mejilla y volví a mirarte. ¿Qué era todo esto?


Desde entonces poco a poco dejamos de ser dos desconocidos para convertirnos en algo más, allí me di cuenta de que las cosas cambian para bien, esa felicidad volvía a estar en mi, nuestros ojos brillaban, sí, podría decirse que ambos éramos felices. 

jueves, 30 de mayo de 2013

El poder de los sueños.

¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué sólo se puede llegar a sentir eso en los sueños? ¿Qué pasa con la realidad? Un abrazo, una mirada. Ese momento, ese gesto que hace que te sientas en las nubes. Llámalo paz, quizás tranquilidad, creo que se puede describir como una sensación imaginable para todas las personas.

A veces se acompaña de esa voz. Esa voz tranquila y suave que te susurra al oído esos versos de esa canción que tanto adoras. Unas notas perfectas se mezclan en tu cabeza. Te impide concentrarte en otra cosa. Puede complementarse con ese abrazo. Cuando sus brazos pasan por tu espalda y hace que te sientas parte de algo. La ligera presión que hace hacia él, puedes notar que está ahí. Su cabeza descansa sobre tu hombro derecho y tú cierras los ojos fuertemente, cerrando tus puños. No quieres que eso acabe. Entonces es cuando una lágrima sale de tus ojos, mientras que tus labios pronuncian un cálido ‘te quiero’.

¿Pero qué ocurre después? Abres los ojos, alzas los brazos y ya nadie hay a tu alrededor. Todo era producto de un sueño. Esa sensación de tranquilidad se ha ido, pero no del todo. Un pequeño hilo aún recorre tu cuerpo. Piensas en lo que ha ocurrido y te echas a llorar. De nuevo sientes cómo estás sola ante esa oscuridad aterradora que te persigue cada noche. Sólo te deja disfrutar esos instantes, producto de tu imaginación. Entonces sólo te queda preguntarte ¿Y cuando volveré a soñar?

lunes, 27 de mayo de 2013

Sólo están permitidos los abrazos.

Estábamos los dos tumbados sobre la cama, sin articular palabra, uno al lado del otro, con la mirada hacia el techo, con ese punto de nerviosismo que nos caracterizaba. Pero decidimos sentarnos y apoyar la espalda en el cabecero sin saber aún qué hacer, un abrazo parecía romper ese momento incómodo. Yo no pude evitar comenzar a besar tu cuello, ascendiendo, hasta tu boca. Me senté sobre ti, tú me acercaste más aún poniendo tus manos en mi cadera. Aparecieron tus besos en el cuello y la pasión se desataba cada vez más, sólo había un problema, debíamos recordar las normas: “Sólo están permitidos los abrazos”.

domingo, 17 de marzo de 2013

Cuando te enamoras.


Todo esto no me pasaría si no estuviese tan enamorada de ti. Es eso lo que me hace ponerme así, por cualquier cosa, por pequeña que sea perece que se me cae el mundo encima. Quizá sea porque me monto mi propia historia y me acaban afectando cosas insignificantes. Quizá sea porque al fin he encontrado a una persona perfecta, que me escucha y sabe tratarme bien. No poder estar muchas horas sin verte es difícil, y más aún cuando no vivimos tan cerca como nos gustaría, y después están los ensayos, esos ensayos que parece que cambian para fastidiarnos. Sé que esto seguirá así y que siempre habrá esa probabilidad de quedarnos en casa porque surjan imprevistos de última hora. Pase lo que pase yo siempre esperaré con ansia cada tarde en la que todo sale bien, podemos caminar sin prisas y hablar de nuestro futuro. Porque simplemente con mirarme a los ojos consigues que me sienta la más querida, después tus besos en el cuello y tus sonrisas cuando menos me lo espero. Eres especial, me encantas y te quiero, más de lo que te puedas imaginar.