viernes, 29 de abril de 2016

Cuando las luces ya duermen

Te echo de menos. No paro de repetirlo. Quiero volver a vivir un "nosotros", quiero volver a tenerte. Tenerte cerca. Tanto que la visión quede borrosa e impida que cuente los lunares de tu espalda.
Abrázame una vez más, susúrrame al oido un "te quiero" cuando las luces ya duermen. Corre esa cortina para que nadie pueda vernos y túmbate a mi lado.
Ven, mírame. Te quiero. Haz que esto no acabe. ¿Ahora? Sí. Necesito sentirte una eternidad más. No quiero que te vayas. No. ¿Por qué los pocos centímetros que nos separaban se han convertido en esta inmensidad?
Haré todo lo posible por mantener el hilo que nos une en perfecto estado. No tengas miedo, quiéreme, voy a estar ahí. No me voy. No lo haría nunca.
Baila conmigo cada noche. No dejes que la aguja llegue al final del disco. No permitas que la música que ambienta nuestra historia se quede sin temas nuevos.

domingo, 10 de abril de 2016

Búscame

No poder levantar los ojos del suelo. Parece que desde hace un tiempo solo existen mis pies caminando torpemente por la ciudad, sin entender nada de lo que queda alrededor, ya que el ángulo de visión ha quedado reducido.
¿Se romperán esas placas de hielo que nos mantienen a unos centímetros del agua? Resbalan demasiado con nuestros zapatos de goma. Dentro de poco tendremos los pies mojados.
Podemos saltar y caminar sobre ese suelo. Allí. No está tan lejos. Se puede ver si entornas los ojos. Te devuelve la claridad que te faltaba.
¿Y la luz? Deberíamos arriesgarnos con esa cerilla. Si se rompe al acercarla a la caja, usaremos cualquier chispa de esos cables para iluminar el fondo del mar sobre el que permanecemos inmóviles.

jueves, 7 de abril de 2016

Incendios de nieve

Crucemos el camino atravesando las zarzas. Así llegaremos al otro extremo, donde una pradera parece no tener final. Pocos serán los árboles que descansen en ese terreno, pero nos toparemos con un cambio de nivel. Coge mi mano y sube esa colina cuanto antes. Hará frío allí arriba. Consigamos provocar incendios de nieve, como dice la canción. Lleguemos a ese día en el que el miedo se caiga y ruede hasta el lago, para hundirse y permanecer en lo más profundo por la eternidad. Allí donde la luz tiene prohibido el paso.
Hagamos que las montañas griten de placer a nuestros pies. Permanezcamos en la cima, donde reina el silencio. Dejemos unos versos de Murakami grabados en esa piedra, junto a una rosa. Enseñemos a alguien a querer vivir. Deben conocer la parte más oscura de la luna, que sepan que está hecha de cristal. Conseguirán que brille más que nunca, reflejando los copos que caían del ciclo aquella tarde en la que nosotros cambiamos de opinión.

viernes, 1 de abril de 2016

Latidos

Como si de un espejismo se tratase, como un truco de magia al que no has prestado suficiente atención. De repente hacen desaparecer tu moneda. Descubres el doble fondo que escondía el vaso, pero no puedes evitar seguir con la boca abierta pensando que algo se te escapa.
Cuando esas noches de verano los insectos revolotean alrededor de la luces, los escuchas, pero haces oídos sordos a aquel sonido de fondo. Uno se posa en tu mano izquierda, camina, inofensivo, pero cuando menos de lo esperas clava un aguijón en el dedo anular. La vena amoris se encoge intentando evitar aquella punta afilada. Su costado no tiene tanta suerte y es allí donde se forma una ranura. Lugar por donde perderá todo su contenido. El músculo que bombea unos metros más allá hace todo lo posible por tapar la herida, pero él deja de latir y se bloquea, sin respuesta, sin avance.
Un empujón seguido de un gran charco de aceite que sólo permite caer y retroceder. ¿Dónde se encuentra el suelo firme?