domingo, 25 de septiembre de 2016

Pétalos afilados de un jardín olvidado

Quizás algún día encuentres la carta debajo de tu cama. Se confundirá con la moqueta y alguna viejas cajas olvidadas allí abajo, pero darás con ella. Estaré lejos entonces. Igual comienzas a sentir cuando llegues a la última línea. Lo habré dado todo, no tendré ni una pequeña parte de mi para darte.
El jardín, donde recogía las flores que te entregaba estará lleno de zarzas e incluso alguna serpiente se habrá apoderado del terreno. Allí donde solía plantar esperanzas en forma de semilla, de las cuales nunca llegí a brotar lo esperado.
Las puertas de madera pintadas de blanco se cerrarán con un candado y un par de cadenas. Aunque alguien consiga romper la madera que las recubre, no encontrarán nada.
Hagamos que por fin, en esa esquina reluzcan unos pétalos de colores que den vida a la estancia mas inusual que jamás te has encontrado. Cuídalas, mímalas y no dejes que unos pétalos marchitos destrocen el jardín con el que llevas soñando todo este tiempo.

viernes, 5 de agosto de 2016

Cuando las flores polinicen a las abejas

Un remolino, un torbellino de emociones. Como si una gran llamarada luchase por salir al exterior. Pero no lo permites. Todo ocurre ahí dentro, donde nadie lo ve. Como si el agudo sonido de una campana fuese cada vez más estridente. Aislado, encerrado en aquella oscuridad que no te permite escuchar con claridad.
Lazos suaves cuelgan del techo. Al menos tus dedos alcanzan el terciopelo que los cubre. Mis brazos deciden no extenderse, privándome de lo que reside unos metros más arriba de
mi cabeza.
Me tumbo en el suelo buscando un pequeño halo de luz. Algo parece atravesar la puerta. Abro los ojos. Las ideas siguen demasiado desordenadas como para que los nenúfares dejen de flotar y descubran el suelo donde agarrarse. Hasta entonces dejemos que las flores polinicen a las abejas y su amable zumbido resuene en nuestros oídos para recordar esta noche de verano como la más fría de la historia.

miércoles, 13 de julio de 2016

Frágil

Desde ahí arriba podían ver como una gran masa de agua indicaba el norte, te guia en alguna dirección por toda la ciudad. Ella intentaba mantenerse en la zona más alta, donde abundaba el aire fresco y todo el mundo parecía feliz. Pero si se paraba a pensar, se rompía, una pieza se desencajaba del puzzle, se tambaleaba sobre la mesa porque sus bordes redondeados no parecían estar hechos para su compañera de juego. Eso es lo que era, un trozo minúsculo de cartón al que solo se prestaba atención durante el recreo. ¿Y qué pasa si dejas de jugar? Todo se para. Alguien pulsa el botón de "pausa" y nada fluye.
Había aprendido a vivir en esta partida constante, rodeada de espinas en las que no podía caer. O al menos, eso se repetía ella una y otra vez cada vez que cargaba un nuevo nivel. Intentó no hacerlo, no caería, no podía permitírselo una vez más. Pero en realidad, llevaba en esa situación desde que atravesaba la primera pantalla.

lunes, 20 de junio de 2016

Glaciares de papel

Mi pie izquierdo fue el primero en subir al vagón. Tomé asiento sin tener claro mi destino. No era algo que me importase demasiado.
Cuando el tren se puso en marcha tardó poco en coger una velocidad constante, parecía un viaje agradable, sin ninguna sorpresa. Me limitaba a mirar a través del cristal. Pasaban muchas cosas ahí fuera. Parecía que las estaciones ya no quería seguir su ciclo habitual. Caían hojas a la vez que aparecían nuevas flores y algunos copos de nieve cubrían el suelo. En realidad, todo estaba helado. La ventana comenzó a llenarse de escarcha, pero el resto de pasajeros parecían no darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. La gente entraba y salía de aquel sitio sin alzar la vista. "Estarán ocupados", pensé.
Volví a sentarme, en el mismo lugar que antes. Asientos azules con una tela similar al cuero, moqueta en la zona de los pies, algo polvorienta, y algunos reposabrazos aún cumplían su función. La ventana seguía congelándose. Me divertía ver como esa fina capa de hielo cubría toda su superficie. Lo suficiente como para contemplar el espectáculo que estaba ocurriendo en el exterior. Los insectos intentaban polinizar las ramas de los árboles mientras el sol salía por el oeste. ¿Qué sentido tenía todo eso?
Tal fue la distracción que llegamos a la última parada. El tren se paró y el revisor mandó abandonar el lugar a todos los que quedábamos. En la estación hacía calor. Yo estaba tan cansada que apoyé mi espalda contra la pared y cerré los ojos. Cuando los abrí me encontré con una mano pegada al cristal helado. El frío me había dejado los dedos algo doloridos y había invadido casi por completo todo el cristal. Debía separarme si no quería terminar congelada. Por unos instantes pensé en cómo sería vivir con una parte del corazón paralizada por ese factor. Inmóvil.
Nunca supe por qué surgió ese pensamiento, ni tampoco si alguien comprendería esta historia algún día. Quizás si la lluvia brotase de los charcos y los girasoles iluminasen el sol, todo sería más fácil. Pero hasta entonces viajemos por este invierno interminable. Fíjate, allí, parece que la luna ya aparece entre aquellas montañas. Nunca he visto un amanecer tan bonito.

viernes, 29 de abril de 2016

Cuando las luces ya duermen

Te echo de menos. No paro de repetirlo. Quiero volver a vivir un "nosotros", quiero volver a tenerte. Tenerte cerca. Tanto que la visión quede borrosa e impida que cuente los lunares de tu espalda.
Abrázame una vez más, susúrrame al oido un "te quiero" cuando las luces ya duermen. Corre esa cortina para que nadie pueda vernos y túmbate a mi lado.
Ven, mírame. Te quiero. Haz que esto no acabe. ¿Ahora? Sí. Necesito sentirte una eternidad más. No quiero que te vayas. No. ¿Por qué los pocos centímetros que nos separaban se han convertido en esta inmensidad?
Haré todo lo posible por mantener el hilo que nos une en perfecto estado. No tengas miedo, quiéreme, voy a estar ahí. No me voy. No lo haría nunca.
Baila conmigo cada noche. No dejes que la aguja llegue al final del disco. No permitas que la música que ambienta nuestra historia se quede sin temas nuevos.

domingo, 10 de abril de 2016

Búscame

No poder levantar los ojos del suelo. Parece que desde hace un tiempo solo existen mis pies caminando torpemente por la ciudad, sin entender nada de lo que queda alrededor, ya que el ángulo de visión ha quedado reducido.
¿Se romperán esas placas de hielo que nos mantienen a unos centímetros del agua? Resbalan demasiado con nuestros zapatos de goma. Dentro de poco tendremos los pies mojados.
Podemos saltar y caminar sobre ese suelo. Allí. No está tan lejos. Se puede ver si entornas los ojos. Te devuelve la claridad que te faltaba.
¿Y la luz? Deberíamos arriesgarnos con esa cerilla. Si se rompe al acercarla a la caja, usaremos cualquier chispa de esos cables para iluminar el fondo del mar sobre el que permanecemos inmóviles.

jueves, 7 de abril de 2016

Incendios de nieve

Crucemos el camino atravesando las zarzas. Así llegaremos al otro extremo, donde una pradera parece no tener final. Pocos serán los árboles que descansen en ese terreno, pero nos toparemos con un cambio de nivel. Coge mi mano y sube esa colina cuanto antes. Hará frío allí arriba. Consigamos provocar incendios de nieve, como dice la canción. Lleguemos a ese día en el que el miedo se caiga y ruede hasta el lago, para hundirse y permanecer en lo más profundo por la eternidad. Allí donde la luz tiene prohibido el paso.
Hagamos que las montañas griten de placer a nuestros pies. Permanezcamos en la cima, donde reina el silencio. Dejemos unos versos de Murakami grabados en esa piedra, junto a una rosa. Enseñemos a alguien a querer vivir. Deben conocer la parte más oscura de la luna, que sepan que está hecha de cristal. Conseguirán que brille más que nunca, reflejando los copos que caían del ciclo aquella tarde en la que nosotros cambiamos de opinión.

viernes, 1 de abril de 2016

Latidos

Como si de un espejismo se tratase, como un truco de magia al que no has prestado suficiente atención. De repente hacen desaparecer tu moneda. Descubres el doble fondo que escondía el vaso, pero no puedes evitar seguir con la boca abierta pensando que algo se te escapa.
Cuando esas noches de verano los insectos revolotean alrededor de la luces, los escuchas, pero haces oídos sordos a aquel sonido de fondo. Uno se posa en tu mano izquierda, camina, inofensivo, pero cuando menos de lo esperas clava un aguijón en el dedo anular. La vena amoris se encoge intentando evitar aquella punta afilada. Su costado no tiene tanta suerte y es allí donde se forma una ranura. Lugar por donde perderá todo su contenido. El músculo que bombea unos metros más allá hace todo lo posible por tapar la herida, pero él deja de latir y se bloquea, sin respuesta, sin avance.
Un empujón seguido de un gran charco de aceite que sólo permite caer y retroceder. ¿Dónde se encuentra el suelo firme?

domingo, 13 de marzo de 2016

Notas

¿Qué pensarás cuando leas todo esto? Fragmentos inacabados a los que les falta sentido y les sobran palabras absurdas. ¿Qué pasa si no tengo nada para escribir? ¿Para que imaginar una historia bonita si ya lo tengo todo entre mis manos?
Un estado de satisfacción. Sí, podría decirse que se trata de algo tan grande como eso. Lo que puede llegar a significar alguien, lo que puede llegar a aportarte. Respira, abrázame, no hace falta más. Los sentimientos quedarán impregnados de tinta negra que aún está por secar.
'Te quiero' suelo decir. ¿Es eso suficiente? Puede que todo lo que contiene se resuma en esas palabras, quizá necesite más silencio al mismo tiempo que repito una y otra vez los mismos versos.
Haz que las voces graves resuenen en nuestra habitación, dejando que cada nota componga la novela sin final que acaba de empezar. Como esos libros que te enganchan desde la primera página. Con un prólogo intenso y detallado. Explica cada caricia y pinta cada movimiento. Haz que el puzzle siga su curso luciendo un marco que destaca sobre los demás.
Me quedaré allí sentada, con la mirada fija en las cuerdas, saboreando los instantes y redactando el tiempo que lo acompaña. Sabré entonces que he encontrado a la rosa más preciosa cuando abra la mano y los pétalos sigan brillando más que nunca.