miércoles, 13 de julio de 2016

Frágil

Desde ahí arriba podían ver como una gran masa de agua indicaba el norte, te guia en alguna dirección por toda la ciudad. Ella intentaba mantenerse en la zona más alta, donde abundaba el aire fresco y todo el mundo parecía feliz. Pero si se paraba a pensar, se rompía, una pieza se desencajaba del puzzle, se tambaleaba sobre la mesa porque sus bordes redondeados no parecían estar hechos para su compañera de juego. Eso es lo que era, un trozo minúsculo de cartón al que solo se prestaba atención durante el recreo. ¿Y qué pasa si dejas de jugar? Todo se para. Alguien pulsa el botón de "pausa" y nada fluye.
Había aprendido a vivir en esta partida constante, rodeada de espinas en las que no podía caer. O al menos, eso se repetía ella una y otra vez cada vez que cargaba un nuevo nivel. Intentó no hacerlo, no caería, no podía permitírselo una vez más. Pero en realidad, llevaba en esa situación desde que atravesaba la primera pantalla.

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