jueves, 2 de noviembre de 2017

Giros infinitos

Nos enseñan a luchar por lo que queremos, así podremos ver lo bonito que es el camino fácil, lleno de flores y diamantes. Entonces lo das todo, pero no consigues llegar donde querías. Lo que veías al final de la calle parece ser que ha cambiado por completo y ahora un nuevo edificio se alza sobre él.
Te quitan una parte de ti, algo fundamental para lo que intentas buscar una réplica idéntica al original.
Es cuando coges la balanza que tenías olvidada y subes en ella todo lo que encuentras dentro de los dos baúles que presiden el cuarto. Por desgracia el lado izquierdo se inclina más que su compañero. Miras hacia abajo, rebuscas en tus bolsillos y vuelves a ponerte esas gafas opacas y a vestir de colores claros.
Subes los brazos y empiezas a moverte al ritmo de lo que está sonando en ese momento, quizá así, en cada giro, todo se vaya y desparezca. Pero la aguja llega al final del disco y sólo tienes dos opciones: puedes volver a llevarla al principio y ver qué nueva sorpresa te traerán estos tres minutos de historia; o dirigirte hacia la ventana de la habitación con muebles de madera oscura y tirar por ella todos los restos que se acumularon durante todo este tiempo. Más tarde deberás cerrar la puerta, apagar la luz y deshacerte de cualquier mecanismo que te permita volver a entrar. Asegúrate de guardar la copia de la llave en un lugar tan complicado que no puedas recordar.
Te alejarás de la ciudad, encontrarás un escondite, pero bastará un simple olor, una palabra, un gesto, para que la bombilla de aquella habitación vuelva a brillar y lo recuerdes de nuevo.

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