viernes, 1 de abril de 2016

Latidos

Como si de un espejismo se tratase, como un truco de magia al que no has prestado suficiente atención. De repente hacen desaparecer tu moneda. Descubres el doble fondo que escondía el vaso, pero no puedes evitar seguir con la boca abierta pensando que algo se te escapa.
Cuando esas noches de verano los insectos revolotean alrededor de la luces, los escuchas, pero haces oídos sordos a aquel sonido de fondo. Uno se posa en tu mano izquierda, camina, inofensivo, pero cuando menos de lo esperas clava un aguijón en el dedo anular. La vena amoris se encoge intentando evitar aquella punta afilada. Su costado no tiene tanta suerte y es allí donde se forma una ranura. Lugar por donde perderá todo su contenido. El músculo que bombea unos metros más allá hace todo lo posible por tapar la herida, pero él deja de latir y se bloquea, sin respuesta, sin avance.
Un empujón seguido de un gran charco de aceite que sólo permite caer y retroceder. ¿Dónde se encuentra el suelo firme?

No hay comentarios:

Publicar un comentario